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A los quince años, y casi por casualidad, descubrí en las últimas páginas de un libro de Educación Física el entrenamiento autógeno de Schultz. Se trataba de un ejercicio práctico de relajación basado en los principios milenarios del Yoga. Y dije “por casualidad” porque estuve esperando sin éxito durante todo el año a que nuestro profesor de gimnasia nos ilustrara sobre este tema. Es una lástima que una asignatura tan importante de la educación se reduzca a medir las aptitudes del alumno para realizar el salto del potro o sus habilidades con el balón. Aquel hallazgo casi fortuito de esas técnicas de relajación fue una de las mejores cosas que aprendí en mi adolescencia. Y es que pienso que instruir a los niños en los métodos basados en la ciencia del Yoga sería muy bueno para su desarrollo psicoemocional y su salud en general. El Yoga ha formado parte de mi vida desde entonces y lo utilizo, no sólo como un medio de autoconocimiento o desarrollo espiritual, sino también como una valiosa herramienta que me permite vivir en plenitud física y mental.

Sin embargo, el eje principal de este blog no es el Yoga. Y ni mucho menos la religión, que tanto daño ha hecho a la humanidad. Tampoco la ciencia, la espiritualidad o la ufología, temas que, entre otros, me parecen apasionantes. Soy una persona que, desde muy temprana edad, le ha atraído la idea de escarbar en el terreno de lo oculto y a buscar en libros o revistas la réplica a mi interés incipiente por la metafísica, el esoterismo o lo inexplicable. Y esta página pretende ser simplemente un mero reflejo de las inquietudes que me han acompañado desde niño, sin pensar demasiado en el interés que puedan suscitar las respuestas que he encontrado en el camino. Es por eso un lugar muy personal, sin más pretensión que la de compartir en internet algunos de mis pensamientos más profundos. Dicho sea de paso, acepto del visitante una actitud crítica pero siempre respetuosa sobre el contenido de esta página, y también recomiendo dejar a un lado los prejuicios de aquellos que podrían encontrar en su información motivo de burla o sarcasmo; soy consciente de que algunos de estos temas suelen causar bastante controversia. Aún con eso, cualquier punto de vista será atendido siempre que se haga desde el respeto. Mi clave favorita es tratar siempre de tener una mente abierta ante la vida. Me gustaría que los visitantes también la tuvieran ante este sitio.

Siempre he pensado que los seres humanos somos una especie que camina despacio. De nada sirve que durante el último siglo hayamos dado pasos de gigante en el avance científico y tecnológico si nuestra conciencia apenas se ha movido unos centímetros. Creo que la evolución sin conciencia no es evolución. Son evidentes las consecuencias que sufre nuestro planeta por culpa de esta actitud y que algunas ya son irreparables. Aunque todavía creo que estamos a tiempo de revertir este empecinado fin del mundo al que nos vemos abocados y que convierte al hombre en la criatura más nefasta que ha existido sobre la faz de la tierra. Pienso que nos daremos cuenta antes, saldremos por fin de esta era oscura que ha sometido a la humanidad durante demasiado tiempo y encontraremos la manera de vivir en comunión con la naturaleza, con los demás seres y con nosotros mismos.

Creo que todos los hombres tenemos marcado un camino y ese camino es común. Dan igual los rodeos o las vueltas que demos en nuestro viaje, el camino sólo puede tener un final. Así nos lo enseñaron los grandes avatares que dedicaron su vida a ayudar a los hombres en su tarea natural y necesaria de avanzar hacia la luz. El gran líder y pensador indio Mahatma Gandhi, férreo defensor de los derechos humanos, afirmó que el único camino posible del hombre en su evolución es la PAZ. Estos maestros espirituales son la estrella que desde siempre han guiado a la humanidad a recuperar la senda perdida. Buda o Jesús fueron en sus vidas considerados como dioses pues en ellos se manifestaba la conciencia universal, hombres que habían llegado al final del camino y regresaban con la noticia de que todos los humanos estamos llamados a ser dioses del futuro.

Pienso que ha llegado el momento de que en nuestra evolución la ciencia y la espiritualidad caminen de la mano y que los hombres seamos conscientes de lo que verdaderamente somos. Esa es la verdadera espiritualidad. Porque el ser humano es mucho más de lo que nos pensamos, mucho más de lo que nos han hecho creer. La oruga ha permanecido ya demasiado tiempo en su crisálida y es hora de renacer como un ser nuevo, que ya no se arrastra lentamente por el suelo sino que ahora  se mueve en otro espacio diferente, en otra dimensión,  gracias a sus majestuosas alas. Se trata del nacimiento de un nuevo hombre: el hombre cósmico o consciente. Ha llegado el momento de dar el salto evolutivo esperado, ése que nos traerá una nueva conciencia y que nos permitirá en un futuro no tan lejano llegar a pertenecer a esa gran familia cósmica que nos observa.

Porque ellos así también lo esperan.

<<Los delfines cuentan a sus congéneres que habitan en el interior de los océanos que existen otras dimensiones, que por encima de ellos existen otros espacios llenos de luz, más allá de los arrecifes de coral y las profundidades más oscuras. A estos remotos lugares dicen tener la capacidad de poder asomarse con frecuencia y comprobar la existencia de seres increíbles que se desplazan en grandes naves o embarcaciones, y con quiénes tratan de tomar contacto a través sus saltos sobre el agua y su particular lenguaje de sonidos. Hoy día sabemos que los delfines son los seres más inteligentes y evolucionados del reino animal. Sin embargo, para los de su especie no dicen más que tonterías. >>

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juli766bis


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